Los pintacielos

Mi pequeña Lucía,

Sé que estás triste y confundida. Tu madre te dirá que marché porque tenía un corazón tan grande que no me cabía en el pecho y ya no tenía sitio para seguir latiendo. Y no le falta razón. Pero ya hacía tiempo que los pintacielos venían a verme cuando dormía. ¿Te acuerdas de que siempre me preguntabas por qué el cielo es azul cuando pasábamos por el parque de vuelta al colegio? ¡Pues ya lo he descubierto! Pero tienes que prometerme que será nuestro secreto.

Aquí arriba hay un mural enorme. Cada vez está más gris porque el planeta está triste. Dice que no le cuidamos bien. Por eso lo pintamos de azul para que esté alegre.

El cielo es gigante y hay mucho que pintar. Al final del día acabamos con las manos manchadas de azul como los pitufos. Somos muchos aquí arriba. Niños pequeños, perros, ancianos, hombres y mujeres de todas las edades. Hay muchas caras conocidas, como la de la tía Agustina o Hilario el de la farmacia, que sigue sacándole sugus de detrás de las orejas a todos los niños que se le acercan.

También he visto a Cody. No te imaginas lo rápido que movió la cola al verme. Se me lanzó encima y casi me tira. Está igual de juguetón que siempre. Le sigue gustando destrozar calcetines y mordisquear zapatos. Va a todos lados con Cooper y Max, dos labradores de culo inquieto iguales que él. Se han vuelto inseparables.

Seguro que te estarás preguntando de dónde conseguimos tanto azul para poder pintar el cielo. Cuando se va el sol bajamos al océano a buscarlo. Lo recogemos en los sitios donde el agua es tan clara que se pueden ver las pechinas en el fondo de la arena y lo guardamos en unos cuencos dorados con forma de espiral. Luego recogemos el verde de los prados, el amarillo de los girasoles, el rojo de las rosas y el magenta de las orquídeas.

Luego vamos a por el blanco, y lo conseguimos gracias a la lana de las ovejas. Lo utilizamos para pintar nubes de algodón.Algunos las dibujan en forma de corazón, otros de caballo, otros de tortuga. Se pueden hacer infinitas. Yo siempre dibujo un conejo blanco.Seguro que algún día lo verás en el cielo, pero el mural es muy grande y tiene que dar la vuelta por todo el mundo para que todos vean lo que hay dibujado en él, y tarda 365 días. Pero estate atenta, y, sobre todo, ten paciencia. Estoy seguro de que un día lo verás.

Cuando acabamos con las nubes, con el resto de los colores pintamos el arcoíris. Y no te lo vas a creer, pero sabe a regaliz. El verde es el más ácido y el amarillo el más dulce. Mi preferido es el rojo, que sabe a fresa. Está riquísimo. Por eso muchas veces, desde abajo, sólo se ve medio arcoíris. ¡El resto ya nos lo hemos comido! La parte que queda detrás de las nubes está llena de mordiscos, como un queso entre ratones hambrientos. Además, parece chicle, es muy elástico. El otro día Acke y Agnetha, unos mellizos muy traviesos, cogieron el verde y el lila de la punta y estiraron muy fuerte mientras corrían saltando por las nubes.Corrieron tanto que el mural quedó impregnado con una mezcla de verde y lila que se movía como una ola y parecía que bailaba. La verdad que les quedó precioso. Más tarde me enteré de que lo hacían para el cumpleaños de su padre, que aún vivía y tenía una casa en la montaña de un pueblo en Suecia. Siempre iban a ver auroras boreales juntos.

También he descubierto el misterio de las estrellas. No te imaginas lo traviesas que son. Me contaron que las estrellas nacen de la primera risa de los bebés. Se escapan por su boca con una carcajada, pero nosotros, en la tierra, no podemos verlas. Luego suben bien alto hasta encontrar su sitio en el cielo. Las estrellas fugaces son los niños y las niñas que murieron muy pequeños o se fueron antes de nacer. Aquí en el cielo son felices, pero tienen curiosidad de cómo es la vida en la tierra porque apenas la llegaron a conocer. Así que a veces bajan a la tierra para verla desde cerca. Les encanta hacer carreras y ver quien deja la estela más larga.

Ya sabes que el pueblo es el mejor sitio para verlas. A partir de ahora nos tocará disfrutarlas desde lugares distintos. A mí me toca hacerlo desde aquí arriba, pintando para que cuando te despiertes encuentres un cielo bien azul al otro lado del cristal.

Te quiere, El abuelo

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